martes, 20 de septiembre de 2011

La enseñanza pública: la única necesaria

He creído siempre que la escuela pública —y digo escuela, obviamente, en su valor más genérico— es una de las herramientas fundamentales para luchar contra la desigualdad y la injusticia social y, sin duda, la única capaz de garantizar el acceso de todos los ciudadanos a la formación y el conocimiento, más allá de su origen y de sus condiciones sociales y económicas. He creído siempre que la escuela pública tiene que defender un compromiso inexcusable con los valores más altos de nuestra sociedad —defensa de la democracia, la libertad, la tolerancia, la interculturalidad y la paz—, y tiene que estar abierta a todos, sin barreras de clase, género, raza, religión o procedencia. He creído siempre que la escuela pública tiene que ser un espacio de libertad para el desarrollo de un proyecto educativo propio y tiene que estar —ay, con el presupuesto hemos dado, Sancho — dotada de los recursos adecuados para poder atender todas las necesidades formativas y desarrollar modelos de apertura a su entorno social y cultural. He creído siempre que la escuela pública no puede regirse por las leyes del mercado —parece evidente que no debemos medir la educación con la misma vara con que calibramos los negocios—, ni tampoco ser espacio para el adoctrinamiento religioso. He creído siempre que la escuela pública debe de situarse en la mejor tradición del librepensamiento español, la cual proviene, por ejemplo, de la Institución Libre de Enseñanza y el Instituto Escuela, de Giner de los Ríos y Ferrer i Guardia, del laicismo y el compromiso social.

Esta toma de posición es hoy doblemente necesaria, puesto que en los últimos años hemos asistido a una ofensiva bicéfala encaminada al descrédito del sistema educativo público, en todos sus niveles: por un lado, el embate de ciertos sectores sociales que, bajo el pretexto de preservar la libertad y el derecho de los padres a elegir el tipo de educación que desean para sus hijos —siempre en centros privados, naturalmente—, buscan el desprestigio de la enseñanza pública; y, por otra, la situación real, propiciada por la política educativa de los últimos años, que ha obligado a colegios e institutos públicos a asumir, sin recursos ni ayudas, una problemática social hacia ellos derivada. Por eso, hoy más que nunca y aunque conscientes de sus carencias y problemas, es necesario resaltar los logros y la profunda transformación social que ha propiciado la extensión y universalización de la enseñanza pública, resaltar la labor de los profesionales, maestros y profesores, y apostar firmemente por una escuela libre e integradora. Aun más, reclamar los cambios necesarios de nuestro sistema educativo y más y mejores recursos, también económicos, porque, de una vez, sea ya historia pasada aquella jota que allá por 1976 cantaba La Bullonera: Para tener en la vida/ educación esmerada,/ viva Dios, viva la Virgen/ y la enseñanza privada.

RAMÓN GARCÍA MATEOS



Un año sin José Antonio Labordeta

Este billete se publicó en el "Diari de Tarragona" con motivo de la muerte de Labordeta. Hoy, un año después, y entre debates y controversias que ponen a cada uno en su sitio, os lo dejo aquí. Con el mismo cariño con que lo escribí.

19 de septiembre de 2011



JOSÉ ANTONIO LABORDETA: LA VOZ Y LA PALABRA


Me despido de mi tierra,
de mis montañas y ríos.
Me marcho porque me empujan,
nunca lo hubiera querido.

Aunque me voy no me voy,
aunque me voy no me ausento.
Aunque me voy de persona
me quedo de pensamiento.
J. A. Labordeta


Con frecuencia, la sombra de la muerte deforma la imagen de aquellos que se fueron. A veces agiganta su perfil y, en otras ocasiones, banaliza su legado. En estos días, desde que supimos la triste nueva, no por esperada menos dolorosa, de la muerte de José Antonio Labordeta, los medios de comunicación han hecho antología de anécdotas y chascarrillos referidos, sobre todo, a su etapa como diputado, quedando así la imagen amable de un político campechano, gruñón e insobornable, capaz de mandar literalmente a la mierda a la derecha más rancia y ultramontana. Con alguna mención a su aventura televisiva de viajero incansable por las tierras de España. Y a su bonhomía. Y poco más. Como si esos fuesen los límites de su herencia. Es de justicia reivindicar la importancia de su figura y la huella de su labor en el panorama de la cultura española contemporánea. Referente imprescindible en el ámbito de la canción de autor, uno de esos trovadores y juglares que buscaron en la poesía el camino hacia la libertad y que algún día se estudiarán en las aulas universitarias como hoy lo hacemos con sus colegas medievales y renacentistas. Escritor por vocación y poeta por destino, nos deja un ramillete de novelas, obras memorialísticas y, sobre todo, libros de poemas de indiscutible calidad y significación, porque Labordeta es, fundamentalmente, un poeta que, en el azar de un tiempo sombrío, empuñó la guitarra para trocar poemas en canciones, igual que, años después, transformó en crónica audiovisual su mirada lírica sobre los hombres y los paisajes de la vieja Iberia. Un hombre de izquierdas a quien, desde los años de la dictadura, el compromiso social y humano le empujó a la actividad política, como compañero de viaje del PCE, como fundador del Partido Socialista de Aragón, como promotor del diario Andalán, como diputado por la CHA… siempre con sensación de provisionalidad porque la política no fue nunca su medio de vida y porque no quiso verse jamás señalado con aquella bienaventuranza del acervo popular: “Bienaventurados, madre, / los políticos de oficio / que trabajan para el pueblo / si ello les da beneficio.”
Tengo una querencia especial por el abuelo. Por sus canciones y poemas, que me han acompañado desde siempre y han llenado esos huecos de soledad que se abren ante nosotros, algunas veces, como socavones de la existencia. Por su actitud ante el mundo. Porque me abrió las puertas a la poesía de su hermano Miguel, como un regalo impagable. Estuve con él, por última vez, en julio de 2009, en Jaca. Allí hicimos planes para que viniese a leer sus versos a Cambrils. Tendría que haber sido el pasado mes de noviembre; la enfermedad se lo impidió. Ahora, aquella cita queda aplazada para siempre.

RAMÓN GARCÍA MATEOS

martes, 13 de septiembre de 2011

Cómo quieres que olvide si no puedo



Cómo quieres que olvide si no puedo
vencer este sabor de nuez amarga,
este sabor de hierro y de metralla
que rasga el velo añil de los recuerdos.

Cómo quieres que olvide si no puedo
sumar nogal y pozo y luz del alba
—el calor de la lumbre: leña y brasa—
huérfano ya de infancia y tierra y miedo.

Apenas nada pervive entre mis manos:
el invierno y un niño y el prodigio
del carámbano herido en los cristales.

No me dejes tan hondo y desolado,
ebrio de compasión y sin destino:
basta un beso, mi amor, cruzando el aire.

(C) Ramón García Mateos
Poema del cuerpo y el abismo
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI

domingo, 11 de septiembre de 2011

Territorio de la ausencia

I

Aquella sería para siempre la casa del padre,
donde el tiempo no existió y los paisajes son
mágicos recuerdos. Allí transcurrieron los años
de la infancia –entre amor y despedidas–
con su presencia constante y protectora.

He regresado hoy
recobrando paisajes
a la casa perdida
en el filo del tiempo.
Allí estaban los años
de tristeza y de juego,
las nostalgias heridas
de mi madre y su ausencia,
las tardes de verano
bajo el nogal antiguo
de canciones y cuentos.
Allí estaba el misterio
de las viejas alcobas,
el desván polvoriento
con el eco sonoro
de temores y risas,
la soledad atroz
de tanta despedida.
Y todo lo cubría
la presencia de ella,
amorosa y distante,
como diosa que sabe
acariciar la aurora
—constante su palabra
inventando mi mundo—
o amasar los silencios
en la casa perdida
en el filo del tiempo.


V



Al lado del pozo estuvo siempre el viejo
nogal, altivo e inmóvil al paso de los
días. En verano, a su sombra, contábamos
historias o bailábamos las tabas.


Apenas queda nada
de mi mirar de niño
ni queda apenas tiempo
testigo de los días
cuando sin más ni más
allí fuimos felices.
He buscado en el último
rescoldo del invierno
y en las vasijas tristes
quebradas por la espera,
en el vértice mismo
del recuerdo olvidado
y en la vieja memoria
verdecida de hiedra,
he buscado sin rumbo
un atisbo de nada,
un resquicio de vida
en el umbral del miedo,
y sólo a ti te encuentro,
viejo nogal, eterno.


Ramón García Mateos


(De "Triste es el territorio de la ausencia", 1998)

También en:

García Mateos, Ramón. Rumor de agua redonda (Antología 1998-2010). Salamanca: Diputación de Salamanca, 2010

Fotografías: Ramón García Mateos

sábado, 10 de septiembre de 2011

Yo hice el mundo en mi lengua castellana


VIII. [Yo hice el mundo en mi lengua castellana]


Hoy estoy seguro que descubrí la vida en las 
palabras de aquellos hombres que hablaban a la 
puerta de la taberna con anchas sílabas de tierra. 
Solemnemente hablaban del trigo y de la lluvia, 
del vino y la cosecha. Sus palabras —ya mías— 
quedan en el recuerdo como paloma de luz en un 
revuelo.



Yo hice el mundo en mi lengua castellana
y aprendí el nombre exacto de las cosas
—madre, tierra, silencio,
hermano y compañía—,
supe entonces que sólo las palabras
eran de cuanto existe la medida.
El mundo se hizo en mí
a fuerza de palabras
y el verbo transformado en realidades
fue de pronto madera,
canción y sentimiento.
Nada quedaba fuera de los nombres,
las plantas se nombraban una a una,
los pájaros, el fruto de los árboles,
el nombre conseguido de los nombres.
Supe entonces que todo era ya mío,
que nada se escapaba a la palabra,
era entonces mi mundo
de luz y de esperanza.


(C) Ramón García Mateos
Territorio de la Ausencia
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI

V Jornades de les Lletres Ebrenques, Amposta, año 2010

Palabras de Ramón García Mateos dedicadas a la obra del poeta Gerard Vergés durante las V Jornades de les Lletres Ebrenques realizadas en Amposta del 19 al 23 de octubre de 2010.




miércoles, 7 de septiembre de 2011

Goliardos: "Soldado", de José A. Goytisolo


Dice Ramón García Mateos:

A partir de una canción popular, probablemente de los años oscuros del reinado de Fernando VII, Goytisolo escribió este "Soldado", que se publicó por vez primera en "Del tiempo y del olvido" (1977) y, más tarde, en la popular antología "Palabras para Julia y otras canciones" (1980). El salmantino Paco Curto canta una hermosa versión del tema popular en su disco "La guerra civil española".