viernes, 29 de julio de 2011

Mientras irreverente el agua






Mientras irreverente el agua impide las procesiones en Sevilla —inútil tragedia adornada con
       lágrimas gentiles— y un joven costalero desespera su soledad ante las cámaras, en
       este viernes santo de lirios y azucenas me arrodillo ante ti:
beso dulcemente los pies como palomas, tus pies donde comienza el vértigo adormecido del
       deseo, el ascenso hacia la canción de alminar y amanecida, como jacintos los dedos
       de aljibe en agua clara,
agua clara mis besos, saliva para lavar la piel y la memoria, lavo tus pies como María de
       Magdala, agua de rosas y aroma de azoguejo, mil olores como palomas amarradas a
       la agonía del corazón, saliva y besos para ungir tus pies con mi delirio,
delirio de cal, tobillos pavonados en imagen de escarcha, hiriente filo de la muerte, blanca la
      muerte, ciega la manzana que perfilan tus huesos y mis labios recrean, delirio de cal,
      perfume de jengibre,
raíz amarga, raíz que asciende por tus piernas, camino y tregua en busca de una rosa, nómada entre la
      arena, tuareg de los desiertos, punzón de agua que se clava en la arena, agua sin
      cauce para regar la rosa, para regar el tiempo,
el tiempo, galán de tafilete, es un reloj dibujado en tus rodillas, reloj de sol, clepsidra y agua,
reloj de sangre, quiero dar cuerda a ese reloj para que cante las horas que te amo —
tic-tac—, las horas y los días —tic-tac—, amante con cadenas, esfera del ocaso y
luz de seda,
     la seda de los muslos cubre el rostro de mi ansia de ti, ansia y espejo, como verónica que en
medio del albero quiebra al toro, mi rostro cubierto por la seda, tus muslos susurran
en mi oído, ay, por el arco de Elvira quiero verte pasar, para beber tu nombre y
ponerme a llorar, por el arco de Elvira,
     por el arco que abre las puertas de mi nombre, que abre las puertas de la noche en la ciudad
del aire, ojivas son las ingles, arco y madera de cerezo, para la redención madera,
viernes santo en Sevilla, cirios borrados por el agua, plaza de Santa Cruz y de
rodillas,
     de rodillas, sólo ante ti yo de rodillas en este vía crucis de pasión, mi amor, mi cruz de mayo,
cruz donde clavar la tarde y mi deseo, con lirios y azucenas, mientras junto al
Guadalquivir la lluvia deshoja lágrimas de cera y yo cruzo la puerta que se abre,
última estación, sagrario y cielo.

(C) Ramón García Mateos
Voz: María García Esperón
Música: Oración. Manolo Sanlúcar
MMXI

miércoles, 27 de julio de 2011

Goliardos: Al otro lado del espejo, un poema de José A. Goytisolo. Recita Ramón García Mateos



Goliardos en el castillo templario de Barberà de la Conca (Tarragona): Homenaje a José Agustín Goytisolo (21/08/09)
"Goliardos. Poesía y música" está compuesto por Ramón García Mateos, Pepe Jiménez y Manolo del Ojo.

Goliardos: Yo quise, un poema de José A. Goytisolo



Este poema, del libro "Claridad" (1961) de José Agustín Goytisolo, ha sido la canción con la que Goliardos hemos abierto nuestras actuaciones durante más de quince años. Era el tema que, tras el poema "Autobiografía" (recitado por el propio José Agustín), abría nuestro disco "Mala cabeza" (Tecnosaga, Madrid, 1992). Esta versión proviene de un concierto en La Vaquería (Tarragona). Como siempre, la voz de Pepe emociona. RGM.

domingo, 24 de julio de 2011

Reseña de "Rumor de agua redonda" de Ramón García Mateos, por Rafael Morales Barba

RUMOR DE AGUA REDONDA (ANTOLOGÍA 1998-2010) O LA TERNURA DESASOSEGADA DE UN SENTIMENTAL

Las auto antologías líricas suelen mostrar parte de lo mejor de un escritor desde el punto de vista del autor y son, como cualquier selección, un asunto complejo por lo significativo de laelección en relación con el tiempo del poeta. Ramón García Mateos (1960) ha sabido darnos su punto de vista sobre sí mismo y coincidir con la arteria principal de la poética de la segunda mitad del XX, lo desolado en sus fórmulas y matices. O si prefieren, ha sabido escogerse de entre su ya dilatada obra ante los ojos del lector con su pesadumbre rememorativa o impulso de muerte, corrobora el ajustado prólogo de Ángel Prieto de Paula, como un hijo de su tiempo. Aunque sólo en parte. Sí, por supuesto, está lo fundamental del momento como mal o marca de época, la melancolía y la mirada pensativa, que ha sustituido paulatinamente al nihilismo esencial (o el lanzarotismo de Sánchez Robayna) con que José Ángel Valente reinterpretó el existencialismo de posguerra hacia el ascoltare il silenzio, o el canto de lo matérico desolado de las poéticas del silencio. Una perspectiva que atañe en los 90 a los discípulos de Wallace Stevens como los metalingüísticos Antonio Méndez Rubio, o a poetas de diferente signo como Lorenzo Oliván. Pero la melancolía como herida viene en versos en el tránsito del 80-90, aquella que Richard Burton en 1621 recuperara para sus pocos lectores de entonces o de cuyos efectos malignos avisara un famoso grabado de Alberto Durero. Ya lo hemos dicho alguna vez. Salvo excepciones un fantasma recorre mayoritariamente en el número de versos desolados casi todas miradas en la madurez desde cuanto hemos llamado poesía de la edad. Pero también como preocupación reinsistente y prioritaria frente a lo lúdico o lo circunstancial, pues el dios Tiempo y su novia Tristeza están muy presentes desde los años 80, promoción de nuestro poeta. Miren si no los ejemplos de Felipe Benítez Reyes, Juan Lamillar o Carlos Marzal, Antonio Moreno, Antonio Cabrera etc. Ramón García Mateos no es en este sentido una excepción. Hay una marca de época que les diferencia de los jóvenes del 2000, los nacidos hacia 1975, que hemos llamado poéticas del fragmento y más o menos antologadas en Deshabitados por Juan Carlos Abril, donde la ironía sirve de escudo.

Ramón García Mateos se presenta en esta antología con el sello timbrado y generacional del compungimiento, o de las poéticas de lo desolado ma non troppo, pues no es un catastrofista, sino un sentimental pugnando con memoria y olvido igualmente (aunque a veces el imán compungido le prenda férreamente). Preguntando o buscando las palabras que nunca volverán… En efecto ahí está buena parte de su época, que a veces adopta salones de la nostalgia y otras los recogimientos de las paredes blanqueadas de Zurbarán. Ahí está el asunto de fondo, como hemos anticipado, melancólico. Pero igualmente hay una fuerte correspondencia con su tiempo desde los metros. Así hay poemas en prosa, proemas, por decirlo con Francis Ponge y Octavio Paz, y versículos donde a veces encontramos callados homenajes a Juan Carlos Mestre, pues su perspectiva tropológica se ancla en el asociativismo irracional clasicista, sin temor a desbordarse en palabras (sin embargo no es un logolálico, ni un ashberyano, ni busca esos juegos lowellianos). Pero además trae, y eso le diferencia de muchos contemporáneos, una variedad estrófica enorme en palos menores y mayores, como el olvidado soneto, donde conjuga a veces esa pulsión de muerte o melancólica con el ejercicio de la composición clásica. Lo cual es muy inusual al día de hoy e incluso tiene beligerantes enemigos, y construidos espléndidamente, con cénit, en Tal vez el gesto último prevenga. Pero no solo expone reflexión abstracta sobre una actitud existencial como en el citado ejemplo, sino también la concreta sobre lugares y rostros que se olvidan, o mirados con ternura en los derrotados de todas las batallas en el arrabal de senectud. También hay un poeta social ahí desde una mirada nueva y fresca, actual y atenta, conmiseratoria y denunciadora, en esa mezcla de melancolía, ternura y denuncia con espléndidos poemas como Mira esa plaza con palomas ciegas. Estamos pues ante una antología necesaria y significativa que faltaba.

Pertenecen los versos de García Mateos a ciertas obsesiones recurrentes tal y como suele ocurrir en los escritores que no impostan: el paso del tiempo, el olvido del dolor y la memoria hiriente, (Venid todos), la añoranza (el estupendo versículo del proema en Nieva tras los cristales, donde el contemplativo muestra oficio). El mismo que se eleva decantado e intenso también hacia eros en una de las joyas del libro Poema del cuerpo y del abismo de explícito nombre. Pues siempre es habitado por el huérfano este hijo del dolor y la herida, al poeta buscando lo que perdí e intentando sanarlo con este bálsamo de Fierabrás de la escritura (a veces oterianamente a contraverso). Muy verosímil y con un corazón en la mano sabiamente filtrado por el oficio, este deseoso de olvido, siempre doliente e insatisfecho, reclamando un presente sin memoria o iluminarse de calma y mediodía, trae toda su aventura y dolor como inventio, bajo el paraguas de los nuevos modos. Plenos de lecturas pronto acalladas hacia registros propios como en los ejemplos dados. Estamos fundamentalmente ante un poeta que nunca versifica, y prefiere mostrar sus orígenes lectores, que traicionar su mundo personal. O el fiel desasosiego con que se nos acerca casi siempre dolorido. Inconformista, apasionado y reflexivo, grave y añorante (hermosísimo homenaje a Claudio Rodríguez en Esta triste mañana, de septiembre), llega Ramón García Mateos trayendo y dejando neologismos y perspectivas, lo clásico y lo posmoderno, sin caer nunca en lo huero o en lo hermético sin duende…y nos ofrece este libro echado en falta desde hace mucho tiempo y a un poeta con mundo propio. No muchos pueden decirlo.

Rafael Morales Barba

viernes, 22 de julio de 2011

Fábula de los Goliardos, de Alfredo Gavín Agustí

Para Ramón, Pepe y Manuel, sin el olvido de nadie.



Hombres que besan a hombres antes de la batalla.
Hermanos ante el incierto aviso de la fama o la muerte que se esconde tras los telones.
Hombres que entran al ruedo del encanto y la fábula y abren el interruptor del amor, para que vayan dando luz los corazones y música las historias,
que pulsan una cuerda o una voz
y dan paso a un desfile de colibríes danzando en las bocas de las madres,
y acaso, como el que no espera nada, aparecen países enteros como Portugal en una sílaba,
y se extienden alas que sobrevuelan las infancias con sus misterios cruzando entre los bosques,
y se embarcan doncellas hacia la mar amarga,
y vuelven los vencejos a disparar certidumbres,
y tiemblan como un Adriático las luces de las esquinas donde nunca se cometerá un crimen.

Las palabras dichas con afecto expulsan a los demonios.
Los versos dichos con deseo son un juego de mujeres bañándose en el río.
Los hombres que cantan juntos espantan a la muerte.

La voz agachada de Pepe,
que se encierra en el claustro de las encinas para desgranar el oro de su penumbra,
recoge en un pañuelo las viandas que se llevan a la cárcel,
un tabaco perfumado por las lágrimas del sentimiento,
un pan seco que hace fuerte el cuerpo incólume del humo en las entrañas,
una razón de libertad escondida en el pecho de un pájaro, para que el guarda no diga,
con un tono de sospecha y amenaza: “¿quién pía aquí?” “¡aquí no pía ni dios!”

y eso es una redención,
la redención de una pena para que los inocentes salgan de sus casas encaladas,
y vuelvan los niños a rendir un homenaje al río salpicando de barro el corcel de la tarde,
para que las niñas sigan trenzando su pelo limpio aun entre las mugres del rock duro,
para que yo haga una pausa entre las tenazas de mis deberes y las servidumbres de mis
tenazas, y tal vez atisbe un cárdeno sol desde el balcón abierto de la montaña.

Ramón, que es mayor que un parto,
más alto que todas la culebras juntas que quieren morderle los pies,
más maduro que un océano con todas sus algas y todos sus peces y todas sus aves que lo revolotean,
brega con el agua de los pozos que apagan la sed,
rinde su estatura de guardián de la memoria para que esa agua llegue a todas las bocas,
las sinceras y las equívocas, las ofídicas y las benéficas,
sin que haya en él ni error ni fatiga, pues no se cansa quien se sabe digno de una misión.

Manuel, que tiene la alegría de la hojalata en las calles empedradas,
domestica al gato con el humor del perro y al perro con el son del loro.
Después salta como un jilguero por encima del dolor
-acróbata de las llamas indocumentadas-
porque se sabe que no es un erudito de la pesadumbre,
ni está hecho para sus menesteres,
ni aspira a detentar una cátedra,
ni a tener el prestigio que este país otorga a la tristeza.

Yo los veo a los tres, cómo erigen su elemental tinglado de ozono,
-improvisados nómadas montando su refugio de miradas-
cómo se besan como hermanos o primos o guerreros o actores o príncipes antes de salir
a la desnudez de sus músicas, de sus palabras,
y entiendo que se entregan a una ceremonia pobre de materia, rica de ilusión,
de la que, tal vez, los que somos espectadores, gorriones de plaza arbolada,
salgamos más podridamente sentimentales, más consolados.

Brindo por ellos con el vino que no bebo
por la sencilla verdad que sí tienen y que ellos reparten
como hacen los desiertos con sus criaturas invisibles.

Alfredo Gavín Agustí





ALFREDO GAVÍN AGUSTÍ nace en Riba-roja d'Ebre (Tarragona – España). Expresa su creatividad mediante la palabra y la imagen plástica. Ha publicado los libros de poesía Ceremonias de paso (1992), Decir buenos días nuevamente (1997), Sonetos de la intemperie (2001), El som¬ni d’un riu (2002), Allí donde el amor (2003), Els castells de la memòria (2008), Mirall de la metròpoli (2008), El hijo de Clint Eastwood (2011), y ha participado en diferentes libros colectivos: Pasión primera (1984), Homenaje a Vicente Aleixandre (1985), Poemax (1999), Tempestades de amor contra los cielos, Homenaje a José Agustín Goytisolo (2000), El Jaikú en España (2002), La ciutat pels carrers. 27 mirades sobre Tarragona (2002), Palabras frente al mar (2003), Cambrils retrat amb paraules (2005). En la vertiente plàstica ha ilustrado varias portadas de libros (suya es la imagen que ilustra Rumor de agua redonda (Antología 1998-2010) de Ramón García Mateos), poemas y revistas como La poesía, señor Hidalgo. Ha expuesto sus tintas y acuarelas en diferentes espacios de Tarragona.

miércoles, 20 de julio de 2011

Desde el ancho deseo de quererte


Escribo para recordar un tiempo inexistente, pasado sin aristas al sur de la memoria, las horas que se fueron por el agua hacia el mar. Recordar es mentir, inventar ese bálsamo que endulce la amargura del instante perdido, la derrota insalvable en la dura pelea de la sombra y la luz. Escribir es mentir, y mintiendo, en palabras que se crecen, altivas, sobre el rostro imposible de todas las ausencias, construyo el horizonte, alzo mi casa al borde de un camino, hablo de amor y nacen las caricias, los besos y el perfume tan alto de tu boca. Con palabras de arcilla, con sílabas de cieno, con palabras de luna y sílabas de fuego.

Escribo rozando el corazón del aire, y en un verso desbocado, sin estribo ni brida, se hace el aire relincho —Rocinante del alba—, reclamando justicia, un bramido insolente contra el cielo argentado de los dioses absurdos, levantando su belfo en un grito de sangre, en un grito de espuma, en un grito que es aire de palabras y versos, palabras que me salvan de esta vieja e inútil y amarga propensión a todos los desastres.

Escribo desde el ancho deseo de quererte, de alcanzar los desiertos esquivos de tu cuerpo: tan cercano y tan mío, tan aroma y tan miel; escribo desde el ansia sin linde de caricias, de suspiros quebrados en un muslo de acacia y la piel de amatista y los besos en flor; escribo con la tinta azul de las quimeras, con el alma en un verso, con el pecho y el hígado, con el pulso y la sangre, con pulmón y riñones, dejando en las palabras el tiemblo de un acorde, el plectro sin consuelo que tañe el corazón.

(C) Ramón García Mateos
De ronda y madrugada
Voz
María García Esperón
Música
Nightnoise
MMXI

Monográfico sobre Ramón García Mateos

García Mateos nació en Salamanca y llegó a Cambrils como profesor de literatura. Escribe poesía, escribe sobre folclore castellano, escribe ensayo sobre literatura y narra vivencias paraliterarias. También tiene un grupo de recitación poética, Goliardos, luego es "competencia" para El Silbo. Competencia... bien entendida, pues forma parte de lo que un día dimos en llamar "conexión juglaresca", es decir, más complicidad que competencia, o asunción de la consigna con que termina León Felipe su "Romero solo":

Poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo,
ni la flor de un solo huerto.
Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros.

Goliardos: Pepe Jiménez, Ramón y Manuel del Ojo

Con Jaume Arnella, Javier Tárraga, El Silbo, y algunos colegas más, Ramón y sus Goliardos han hecho de la conexión juglaresca un signo de identidad, compartiendo con su público el trabajo de recitadores y cantores de poesía, y el de sus primos hermanos, los narradores orales, romanceros, etc. Colaborando con su Ayuntamiento y con la Universidad Rovira y Virgil, han hecho de Cambrils un enclave juglaresco envidiable.

López Carrillo, Luis F, Álvaro García, Ignacio Sanz, Hortensia Grau, Grassa Toro, Ana Rabal, J.C. Mestre, Pepe Jiménez, Ramón Oteo.

Con Goliardos, El Silbo ha compartido muchas leguas de camino. En Aragón los tuvimos en todos los programas que nos fue dado incluirlos: Más o menos juglares, Poetas para el recuerdo, Noches de Juglares, Festival de Oralidad de Huesca, Sal a Remolinos... siempre con el agradecimiento del público, porque la sencillez y limpieza de la propuesta gusta. Allende los mares, compartimos funciones y conferencias en Cienfuegos y La Habana dentro del Festival Hispano-Cubano.

Una de las pasiones de Ramón, la que selló su amistad con Paco Ibáñez, fue José Agustín Goytisolo, del que llegó a hacer, con Carme Riera, la edición de sus Poesías Completas (Lumen, 2009). El III Congreso Internacional sobre J.A. Goytisolo, celebrado en Cambrils el año 2005, adjuntó a las Actas un cd. con las intervenciones de Voces de la Tierra, Goliardos y Luis Felipe.

Oviedo, 2008. Paco Ibáñez y Ramón

Hoy, García Mateos está feliz y nos lo cuenta:

Las escritoras Alejandra Moglia (Argentina) y María García Esperón (México me regalan este bloc/bitácora de mi poesía construido al alimón. Es un prodigio inexplicable -o casi- que desde el otro lado del mundo reciba tanto cariño y tanto amor hacia mis palabras. Estoy como un niño con zapatos nuevos. Por eso lo comparto con vosotros.

Y nosotros con ustedes: De amor y de copla
Un monográfico prodigioso para saber de la obra de Ramón García Mateos. Desde aquí, como amigos y devotos de la obra de Ramón, nuestra admiración y agradecimiento a María García Esperón y Alejandra Moglia.

Luis Felipe Alegre Seró

martes, 19 de julio de 2011

De amor y de copla: miravoz de la poesía de Ramón García Mateos


La poesía de Ramón García Mateos es una experiencia arrasadora de vida y de palabra. De belleza. Su Rumor de agua redonda, el libro de libros con que inundó el panorama poético de 2011, no solamente recoge su transitar poético desde 1998, sino que abre el cerrojo de los tiempos para escuchar insoportables a ratos de tan bellas, todas las voces de la España tradicional y eterna, la España que une y tiende la mano, la caudalosa de hidalguía y la trémula de aromas nazaríes, la castellana, la flamenca, la americana, la lorca y guillén, la goytisolo, la goliarda, la que se rompe en voz entre naranjos perfumados de luna, entre olivares memoriosos de muerte, entre cal y arcos y claveles y nostalgia.

De amor y de copla es el miravoz que hoy nace desde Argentina y México para recorrer con la voz y la mirada los caminos de palabras que tiende este grande de nuestro siglo y circunstancia; para hacerse intensidad a través de esa expresión intensa, para guerrear contra el sinsentido y la desesperanza, para levantar la bandera de la belleza y la hondura contra la superficialidad y el utilitarismo y la deshumanización; para ir por esos sentimientos y esos lirios de palabras, por esa copla, por ese amor.

Alejandra Moglia y María García Esperón 

Goliardos: Granada, un poema de Rafael Guillén. Recita Ramón García Mateos


Versión de Goliardos.
Guitarra: Eduardo Sánchez.
Recita: Ramón García Mateos.

Rumor de agua redonda, de Ramón García Mateos

He finalizado la primera lectura del libro Rumor de agua redonda (Antología 1998 – 2010), de Ramón García Mateos.

Esta antología recoge poemas de seis de sus libros anteriores: Triste es el territorio de la ausencia, Como el frío sin luz de la tristeza, Lo traigo andado, De ronda y madrugada, Morfina en el corazón, y Como otros tienen una patria. Además incluye poemas inéditos. Se divide en siete secciones: Todas mis palabras son la misma, Al sur de la memoria, Para beber tu nombre, Los pies sobre la tierra, El legado del tiempo, Con anchas sílabas de tierra, yLa Rosa de Jericó.

Todas mis palabras son la misma hace referencia a la escritura y lo que su actividad conlleva, a ser poeta, un poeta que sabe quién es y de dónde viene; y también a la palabra, al silencio, al olvido, al recuerdo.

El poema que inicia la antología es Cuando por primera vez abras este libro. Es un poema profundo, doloroso que involucra directamente al lector quien termina completamente conmovido y fusionado en la palabra del poeta, su espejo. En un fragmento del mismo dice:

Y nunca olvides que tú no existías hasta que yo te hube imaginado para que posaras tus ojos sobre el espejo que ahora te comtempla, tras el que escondo el temblor absurdo de mis manos,
espejo en el que buscan refugio los sacrílegos,
luna donde reflejar el miedo los insomnios,
la transparencia de un jueves cualquiera tan cercano dibujado en la cal de la pared.

Al sur de la memoria evoca el tiempo y los lugares del pasado, la infancia, aquel niño que fue y que ahora lo observa desde aquel territorio: “Me está mirando un niño desde el umbral del verso”.

Ramón García Mateos busca ese paraíso perdido del cual no queda casi nada, comprobando con tristeza que allí no se regresa y que de esos recuerdos sólo queda el territorio de la ausencia.

Apenas queda nada
de mi mirar de niño
ni queda apenas tiempo
testigo de los días
cuando sin más ni más
allí fuimos felices.

Para terminar diciendo en su otro poema Ahora sé sin remedio

y ahora sé sin remedio
que nunca se regresa
al triste territorio
perdido de la ausencia.

Para beber tu nombre está referido al amor, a su profundidad, su luz, su pasión y erotismo, y también su dolor ante la ausencia del ser amado.

Si en toda la poesía de García Mateos lo sensorial está muy marcado, en esta sección aparece especialmente destacado, creando bellas imágenes en las cuales los cinco sentidos se manifiestan en toda su plenitud, al igual que la ternura.

En Mientras irreverente el agua dice:

De rodillas, sólo ante ti yo de rodillas en este vía crucis de pasión, mi amor, mi cruz de mayo, cruz en donde clavar la tarde y mi deseo, con lirios y azucenas, mientras junto al Guadalquivir la lluvia deshoja lágrimas de cera y yo cruzo la puerta que se abre, última estación, sagrario y cielo.

En otro de sus poemas señala

Voy persiguiendo el eco de un poema
la estela de tus ojos y el aroma
de esa palabra umbría que envenena.

En Territorio de luz aparece claramente la fuerza luminosa del amor:

Es tu luz la que descubre el mundo
el mundo que renace abierto y claro
a mis sentidos: horizonte y guía.
Vista, oído y olor, sabor y tacto.

Para decir en otro de sus poemas

Tacto soy
dulzura y tacto que acaricia el aire,
tacto y dulzura de la tierra en flor,
solo tacto de agua,
sólo fuego de amor.

Los pies sobre la tierra posiciona al poeta como un hombre que no se ha escapado ni evadido de la realidad y su tiempo: él es hijo de su tierra y heredero de quienes lo antecedieron.

Ay, dejarse morir contra la tarde
en la Plaza Mayor de Salamanca
cando doran los ojos de la memoria
y el aire lo dibujan los vencejos.

Pero también evoca lo primordial, tomando conciencia de sí mismo. Así en Sol de este invierno manifiesta

Se pierde la tierra entre mis dedos:
conciencia de eternidad en este instante.
Dolor y nada.
Arcilla y roquedal.
Ser sólo paisaje: piedra y cielo.
Nada más.

Ramón García Mateos lleva consigo no sólo la tierra que lo vio nacer sino otros lugares, ciudades, tiempos y personas que ha habitado y lo han habitado, y junto a ellos su añoranza.

Fue para mí La Habana un sueño adolescente, con su nombre enhebrado a mitos y delirios que aún vagan en la noche por todos sus rincones (…)
Habana por mis venas, para el pesar morfina.
Ciudad donde la piel se vuelve cataclismo,
Ciudad trigueña y huérfana, los muslos de azabache, ciniendo mi cintura
Ciudad para el retorno.
Ciudad donde es posible morir a media luz.

El legado del tiempo hace referencia a la temporalidad, a los recuerdos que acompañan al poeta, la añoranza y la melancolía, y también se constituye en un homenaje a los poetas y personas muy cercanas a él y que lo han marcado.

Es otoño y quisiera olvidar y dormir: domir un sueño que revivan las imágenes, el tiempo, los retratos, un tiempo, un sueño, dormir, aroma del recuerdo, absenta y quif

Con anchas sílabas de tierra recoge poemas relacionados con la tradición oral, el canto popular como el poema No es más noble el soneto que la copla en donde dice:

El soneto es el rey de los decires
es verdad,
más la copla es pasión y sentimiento
volando libremente hacia la nada,
abriéndonos en canción, grito y paisaje.

Esta vuelta a la canción, a la copla, a la oralidad afianza aún más la identidad del poeta que sabe quién es y de dónde viene, y también la de su pueblo, pueblo que se reencuentra en la canción y en esas voces que Ramón García Mateos rescata.

En La Rosa de Jericó el nudo central es la muerte.

Si estoy ya muerto y escribo este poema para dejar aquí, sobre tus manos, mi sangre y mi dolor, la tristeza infinita del perro perseguido, el cansancio del humo, la sal y la antracita, mi testamento grabado en piedra y en arcilla, para ti, mis últimas palabras, mi último aliento, un beso adormecido en perfume de absenta, un beso y mil cadáveres, un beso, sólo un beso….

Aquí, en esta última sección se manifiesta el dolor, el abismo, la noche. Hay sombras, frío, miedo, soledad, abandono.

Pero también el poeta se plantea Ascender en el llanto y crecer. De padre a hijo, con profundo dolor, dice:

Ven, hijo mío, y siéntate conmigo
a llorar cabalmente a nuestros muertos.

Y le deja su tesoro, su herencia: las palabras que llegaron de sus antecesores, aquellas voces que se constituyen en su voz.

No son más que palabras, bien es cierto, palabras solamente, solamente palabras,
más me sirven para reconstruir esta casa a punto del derrumbe,
para calentar mi dolor con las brasas del fuego de mi infancia extraviada,
para caminar el tiempo, regresar al instante aquel en que llegaste a mí envuelto en caricia y son de tierra y agua

En esta última sección Ramón Garcia Mateos posiciona al ser humano como huella sobre el tiempo que renace en el amor.

El último poema de la antología es Después de tanto andar vuelvo a la vida en el cual el poeta regresa al principio, retorna a la vida, regresan las palabras.

Después -tantos después- el desengaño
transformó en amargor la despedida.
Me quedo aquí: mortal y revivido.

Rumor de agua redonda se lee con temblor, frío, melancolía pero también al calor de la palabra, con pasión y misterio. He sentido el invierno, el frío de la ausencia, la añoranza, el dolor pero también la belleza, la pasión y las palabras de fuego -también dolientes- que son, a la vez, caricia tierna porque la ternura está presente en toda la obra y es un acto de resistencia para el poeta, como están también presentes las voces de su tierra, de sus antepasados, de sus muertos, las voces de una España que fluye y confluye en su voz, y allí se reencuentra, reencontrándonos a todos y a cada uno en la universalidad de su obra.

Alejandra Moglia


Presentación de Rumor de agua redonda, de Ramón García Mateos



El 26 de mayo se presentó en el Salón de Actos del Instituto Cambrils (Tarragona, España) el libro Rumor de Agua Redonda, de Ramón García Mateos. El mismo es una antología que incluye una selección de poemas de los últimos doce años, desde 1998 hasta 2010, editada por la Diputación de Salamanca.

Rafael Morales Barba ha realizado una reseña del libro. En una parte de la misma señala:

Ramón García Mateos se presenta en esta antología con el sello timbrado y generacional del compungimiento, o de las poéticas de lo desolado ma non troppo, pues no es un catastrofista, sino un sentimental pugnando con memoria y olvido igualmente (aunque a veces el imán compungido le prenda férreamente). Preguntando o buscando las palabras que nunca volverán…. En efecto ahí está buena parte de su época, que a veces adopta salones de la nostalgia y otras los recogimientos de las paredes blanqueadas de Zurbarán. Ahí está el asunto de fondo, como hemos anticipado, melancólico. Pero igualmente hay una fuerte correspondencia con su tiempo desde los metros. Así hay poemas en prosa, proemas, por decirlo con Francis Ponge y Octavio Paz, y versículos donde a veces encontramos callados homenajes a Juan Carlos Mestre, pues su perspectiva tropológica se ancla en el asociativismo irracional clasicista, sin temor a desbordarse en palabras (sin embargo no es un logolálico, ni un ashberyano, ni busca esos juegos lowellianos). (…) También hay un poeta social ahí desde una mirada nueva y fresca, actual y atenta, conmiseratoria y denunciadora, en esa mezcla de melancolía, ternura y denuncia con espléndidos poemas como Mira esa plaza con palomas ciegas. Estamos pues ante una antología necesaria y significativa que faltaba.

Más adelante agrega que

Estamos fundamentalmente ante un poeta que nunca versifica, y prefiere mostrar sus orígenes lectores, que traicionar su mundo personal. O el fiel desasosiego con que se nos acerca casi siempre dolorido. Inconformista, apasionado y reflexivo, grave y añorante (hermosísimo homenaje a Claudio Rodríguez en Esta triste mañana, de septiembre), llega Ramón Garcia Mateos trayendo y dejando neologismos y perspectivas, lo clásico y lo posmoderno, sin caer nunca en lo huero o en lo hermético sin duende… y nos ofrece este libro echado en falta desde hace mucho tiempo y a un poeta con mundo propio. No muchos pueden decirlo.

La presentación del libro estuvo a cargo de Ángel Luis Prieto de Paula, participando, además, Los goliardos Manolo del Ojo y Pepe Jiménez quienes pusieron música y voz a algunos de sus poemas.

Con respecto a la presentación del libro, el profesor Fernando Parra se expresó en un bello texto publicado en su blog Cesó todo y déjeme de la siguiente manera:

La voz de Ramón, que es la voz heredada de todos los muertos que tuvieron voz, que la tienen todavía cuando alientan su escritura y le acostumbran a “contemplar las cosas con las mismas palabras con que otros las miraron”. Los muertos que “ofuscados reniegan del olvido” y de los que hereda “la palabra para conjurar la derrota que profana la delgadez del tiempo”. Y así, la voz de Ramón es epifanía triunfante de la voz de Machado, cuando el alma queda embebida en un paisaje crepuscular mientras suena la eterna “música del agua”; o es la voz de Gil de Biedma cuando las palabras prolongan las horas “compartiendo un cigarro y algún vaso de vino”; o la de Bécquer, si el poeta va persiguiendo “el eco de un poema” y “la estela de [unos] ojos”, o la de Juan Ramon Jiménez, “raíz y luna”; o la ebria de poesía de Claudio Rodríguez; o la combativa de Blas de Otero y José Alfonso; y la de tantos otros. Muertos ilustres pero también los muertos “sin remedio y sin fosa” porque sólo nos queda su memoria y no hay que olvidar su melodía.”

Para terminar diciendo al final de texto:

El pasado jueves nos convocaste, Ramón; “venid todos”, nos dijo el olifante de tus versos y allí acudimos “los señadores [y] los enfermos de luna” para ser esa tarde d ti, cubiertos de tinta, versos tuyos también nosotros, modelado nuestro corazón con el cincel de tu generosidad, fuimos a recuperar contiguo tu reino sin fronteras, a levantar tu patria desolada (…)

Porque nosotros sí sabemos de dónde vienes; porque sabemos por qué escribes; porque sabemos quién eres, Ramón García Mateos.

Sobre Ramón García Mateos

“(…) Escribo desde el ancho deseo de quererte, de alcanzar los desiertos esquivos de tu cuerpo: tan cercano y tan mío, tan aroma y tan miel; escribo desde el ansia sin linde de caricias, de suspiros quebrados en un muslo de acacia y la piel de amatista y los besos en flor; escribo con la tinta azul de las quimeras, con el alma en un verso, con el pecho y el hígado, con el pulso y la sangre, con pulmón y riñones, dejando en las palabras el tiemblo de un acorde, el plectro sin consuelo que tañe el corazón”.

Ramón García Mateos, De Ronda y Madrugada, 2001.

Ramón García Mateos es poeta y profesor de Lengua y Literatura Españolas. Nació en 1960, en Cerralbo, Salamanca. Vivió en Galicia y Cataluña y ha cursado estudios de Filolofía Hispánica en la Universidad de Barcelona. Actualmente vive en Cambrils, Tarragona.

Sus poemarios son: De una eterna voz: Rotoarco (1986), De los álamos el viento (1997), Triste es el territorio de la ausencia (1998), Como el faro sin luz de la tristeza (2000), Lo traigo andado (2000), De Cuba traigo un cantar (2000), De ronda y madrugada (2001), Morfina en el corazón (2003) y su reciente antología Rumor de agua redonda (Antología 1998-2010) (2010). También ha publicado, entre otros libros, Del 98 a García Lorca. Ensayo sobre tradición y literatura (1998), y Memoria (amarga) de mí (2006).

Su obra aparece además en diversas antologías y revistas literarias y ha participado en otras publicaciones como investigador, traductor y editor.

Ha recibido numerosos premios, entre ellos el Premio Blas de Otero, por Triste es el territorio de la ausencia y el Premio Rafael Morales, por su libro Morfina en el corazón en donde dice:

Esta costumbre mía de contemplar las cosas con las mismas palabras
con que otros las miraron,
de vivir a la sombra de música y palabras:
Buenos Aires, Cortázar y París en otoño, un palo y una soga con
Vallejo en un jueves de lluvia atormentado; Federico y Granada:
Guillén y Carvajal jugándose los ases del aroma; don Antonio en
Segovia, Ignacio en su taller; inocente Lisboa siempre en llamas,
Torga y Pessoa: un ramo de cilantro; Salamanca y Fray Luis,
los años ignorados que duermen en los claustros, Aníbal Núñez
que arde en su triste mortaja… por dios, cuántas palabras bogando por mis ojos, ay, ay, cuántos silencios al borde de un
poema,
yo miro con palabras, reconozco en sus sílabas ciudades y paisajes,
descubro nuevamente lo que siempre he soñado, lo que ya
conocía, la herencia que me arroba, mi única riqueza,
palabras y palabras, jardín y soledad, iglesia sin campanas.

Dirige, además, la colección literaria Trujal y ha sido fundador y codirector de la revista La Poesía, señor hidalgo. También forma parte del grupo de poesía y música Goliardos.

Este poeta, cuya poesía tiene la fuerza arrolladora, la melancolía y la pasión de su palabra, dice en relación a la Poesía y la literatura:

(…) Poesía y literatura no son la misma cosa; porque la literatura nace de la invención —de la mentira— y el verso desgrana la verdad en gajos de emoción y de ternura; porque la poesía es numen creador, dios de la blasfemia, redentor apóstata que nos salva de la equimosis del tiempo; porque la literatura es aire, dulzura que acaricia, mas el poema es luz que de tan pura hiere, resplandor que revela la negrura del alma, que inquieta las pupilas, deforma los cartílagos y purifica el tuétano del dolor (…). Ramón García Mateos. Fuente: Cátedra Miguel Delibes.

Sobre Rumor de agua redonda y su presentación

Ramón García Mateos. En: Cesó todo y déjeme.

Alejandra Moglia