He finalizado la primera lectura del libro Rumor de agua redonda (Antología 1998 – 2010), de Ramón García Mateos.
Esta antología recoge poemas de seis de sus libros anteriores: Triste es el territorio de la ausencia, Como el frío sin luz de la tristeza, Lo traigo andado, De ronda y madrugada, Morfina en el corazón, y Como otros tienen una patria. Además incluye poemas inéditos. Se divide en siete secciones: Todas mis palabras son la misma, Al sur de la memoria, Para beber tu nombre, Los pies sobre la tierra, El legado del tiempo, Con anchas sílabas de tierra, yLa Rosa de Jericó.
Todas mis palabras son la misma hace referencia a la escritura y lo que su actividad conlleva, a ser poeta, un poeta que sabe quién es y de dónde viene; y también a la palabra, al silencio, al olvido, al recuerdo.
El poema que inicia la antología es Cuando por primera vez abras este libro. Es un poema profundo, doloroso que involucra directamente al lector quien termina completamente conmovido y fusionado en la palabra del poeta, su espejo. En un fragmento del mismo dice:
Y nunca olvides que tú no existías hasta que yo te hube imaginado para que posaras tus ojos sobre el espejo que ahora te comtempla, tras el que escondo el temblor absurdo de mis manos,
espejo en el que buscan refugio los sacrílegos,
luna donde reflejar el miedo los insomnios,
la transparencia de un jueves cualquiera tan cercano dibujado en la cal de la pared.
Al sur de la memoria evoca el tiempo y los lugares del pasado, la infancia, aquel niño que fue y que ahora lo observa desde aquel territorio: “Me está mirando un niño desde el umbral del verso”.
Ramón García Mateos busca ese paraíso perdido del cual no queda casi nada, comprobando con tristeza que allí no se regresa y que de esos recuerdos sólo queda el territorio de la ausencia.
Apenas queda nada
de mi mirar de niño
ni queda apenas tiempo
testigo de los días
cuando sin más ni más
allí fuimos felices.
Para terminar diciendo en su otro poema Ahora sé sin remedio
y ahora sé sin remedio
que nunca se regresa
al triste territorio
perdido de la ausencia.
Para beber tu nombre está referido al amor, a su profundidad, su luz, su pasión y erotismo, y también su dolor ante la ausencia del ser amado.
Si en toda la poesía de García Mateos lo sensorial está muy marcado, en esta sección aparece especialmente destacado, creando bellas imágenes en las cuales los cinco sentidos se manifiestan en toda su plenitud, al igual que la ternura.
En Mientras irreverente el agua dice:
De rodillas, sólo ante ti yo de rodillas en este vía crucis de pasión, mi amor, mi cruz de mayo, cruz en donde clavar la tarde y mi deseo, con lirios y azucenas, mientras junto al Guadalquivir la lluvia deshoja lágrimas de cera y yo cruzo la puerta que se abre, última estación, sagrario y cielo.
En otro de sus poemas señala
Voy persiguiendo el eco de un poema
la estela de tus ojos y el aroma
de esa palabra umbría que envenena.
En Territorio de luz aparece claramente la fuerza luminosa del amor:
Es tu luz la que descubre el mundo
el mundo que renace abierto y claro
a mis sentidos: horizonte y guía.
Vista, oído y olor, sabor y tacto.
Para decir en otro de sus poemas
Tacto soy
dulzura y tacto que acaricia el aire,
tacto y dulzura de la tierra en flor,
solo tacto de agua,
sólo fuego de amor.
Los pies sobre la tierra posiciona al poeta como un hombre que no se ha escapado ni evadido de la realidad y su tiempo: él es hijo de su tierra y heredero de quienes lo antecedieron.
Ay, dejarse morir contra la tarde
en la Plaza Mayor de Salamanca
cando doran los ojos de la memoria
y el aire lo dibujan los vencejos.
Pero también evoca lo primordial, tomando conciencia de sí mismo. Así en Sol de este invierno manifiesta
Se pierde la tierra entre mis dedos:
conciencia de eternidad en este instante.
Dolor y nada.
Arcilla y roquedal.
Ser sólo paisaje: piedra y cielo.
Nada más.
Ramón García Mateos lleva consigo no sólo la tierra que lo vio nacer sino otros lugares, ciudades, tiempos y personas que ha habitado y lo han habitado, y junto a ellos su añoranza.
Fue para mí La Habana un sueño adolescente, con su nombre enhebrado a mitos y delirios que aún vagan en la noche por todos sus rincones (…)
Habana por mis venas, para el pesar morfina.
Ciudad donde la piel se vuelve cataclismo,
Ciudad trigueña y huérfana, los muslos de azabache, ciniendo mi cintura
Ciudad para el retorno.
Ciudad donde es posible morir a media luz.
El legado del tiempo hace referencia a la temporalidad, a los recuerdos que acompañan al poeta, la añoranza y la melancolía, y también se constituye en un homenaje a los poetas y personas muy cercanas a él y que lo han marcado.
Es otoño y quisiera olvidar y dormir: domir un sueño que revivan las imágenes, el tiempo, los retratos, un tiempo, un sueño, dormir, aroma del recuerdo, absenta y quif
Con anchas sílabas de tierra recoge poemas relacionados con la tradición oral, el canto popular como el poema No es más noble el soneto que la copla en donde dice:
El soneto es el rey de los decires
es verdad,
más la copla es pasión y sentimiento
volando libremente hacia la nada,
abriéndonos en canción, grito y paisaje.
Esta vuelta a la canción, a la copla, a la oralidad afianza aún más la identidad del poeta que sabe quién es y de dónde viene, y también la de su pueblo, pueblo que se reencuentra en la canción y en esas voces que Ramón García Mateos rescata.
En La Rosa de Jericó el nudo central es la muerte.
Si estoy ya muerto y escribo este poema para dejar aquí, sobre tus manos, mi sangre y mi dolor, la tristeza infinita del perro perseguido, el cansancio del humo, la sal y la antracita, mi testamento grabado en piedra y en arcilla, para ti, mis últimas palabras, mi último aliento, un beso adormecido en perfume de absenta, un beso y mil cadáveres, un beso, sólo un beso….
Aquí, en esta última sección se manifiesta el dolor, el abismo, la noche. Hay sombras, frío, miedo, soledad, abandono.
Pero también el poeta se plantea Ascender en el llanto y crecer. De padre a hijo, con profundo dolor, dice:
Ven, hijo mío, y siéntate conmigo
a llorar cabalmente a nuestros muertos.
Y le deja su tesoro, su herencia: las palabras que llegaron de sus antecesores, aquellas voces que se constituyen en su voz.
No son más que palabras, bien es cierto, palabras solamente, solamente palabras,
más me sirven para reconstruir esta casa a punto del derrumbe,
para calentar mi dolor con las brasas del fuego de mi infancia extraviada,
para caminar el tiempo, regresar al instante aquel en que llegaste a mí envuelto en caricia y son de tierra y agua
En esta última sección Ramón Garcia Mateos posiciona al ser humano como huella sobre el tiempo que renace en el amor.
El último poema de la antología es Después de tanto andar vuelvo a la vida en el cual el poeta regresa al principio, retorna a la vida, regresan las palabras.
Después -tantos después- el desengaño
transformó en amargor la despedida.
Me quedo aquí: mortal y revivido.
Rumor de agua redonda se lee con temblor, frío, melancolía pero también al calor de la palabra, con pasión y misterio. He sentido el invierno, el frío de la ausencia, la añoranza, el dolor pero también la belleza, la pasión y las palabras de fuego -también dolientes- que son, a la vez, caricia tierna porque la ternura está presente en toda la obra y es un acto de resistencia para el poeta, como están también presentes las voces de su tierra, de sus antepasados, de sus muertos, las voces de una España que fluye y confluye en su voz, y allí se reencuentra, reencontrándonos a todos y a cada uno en la universalidad de su obra.
Alejandra Moglia