Ramón García Mateos
Daguerrotipos moderadamente apócrifos
II Premio Iberoamericano de Poesía Juegos Florales de Tegucigalpa 2011
La Ronda, Honduras
Primera edición, junio 2012
Gracias, Ramón García Mateos,
por estos Daguerrotipos moderadamente apócrifos con los que no solo
ganaste ese premio de Tegucigalpa y viniste a América para confirmarnos
huéspedes en la casa común de las palabras, sino que le devolviste a la letra
sangre y a la palabra cuerpo y respiración y hombre completo que desespera y
sueña que bebe y fuma y se muere de premoniciones y de recuerdos y se muere de
amor ahí, en la hoja sobre la mesa, manchada la hoja de alguna bebida,
impregnada la mano del olor del tabaco, musa de Homero y duende lorquiano y
ángel terrible de Rilke y hasta, Ramón, unos demonios lúbricos y una Margarita
mejor dibujada y más viva que –me perdone el dios Goethe al que confieso también
mi pecado- mejor que la del Fausto
Sí, mejor, Ramón, que en estas tus
letras continente en expansión, nos entregas mejorado prácticamente todo y a
todos. ¿Qué o quién te falta por nombrar en las páginas de tus
Daguerrotipos? Si cada uno es infinito y rumoroso y simplemente en Yo no
tengo patria están la historia del mundo y las cábalas todas de los exilios
todos y los miles de años y las miríadas de olas y el kaleidoscópico desierto
innumerable… y tu código genético y el de todos los que te escucharon y
aplaudieron allá en Tegucigalpa y se embriagaron sobriamente en el vino espeso
antiguo de esa palabra tuya que es como la sangre para el azteca, que tanto la
derramaba, agua preciosa.
Desterrado del tiempo de los héroes lo
has vuelto a urdir en tu palabra y en este año 2012 en el que dicen que dijeron
los mayas que el mundo acabaría, se cumple la cíclica promesa de Quetzalcóatl y
alto y barbado y planetario has venido a la América central y esbelta a dar
comienzo a un mundo nuevo con su nueva literatura, la que no es española ni
hondureña solamente, sino universal y humana.
Desterrado del tiempo de
los héroes, Ramón García Mateos, has venido a deletrearnos en la lengua de
los dioses, que como tú, tampoco tienen patria, porque habitan en la casa común
de las palabras.
María García Esperón