lunes, 16 de abril de 2012

"Dolor y poesía. ʻIsidoroʼ, de Juan Ramón Ortega Ugena", por Fernando Parra

Foto en: Cesó todo y déjeme


El pasado viernes 13 de abril se presentó en el Aula de Poesía de Cambrils el poeta Juan Ramón Ortega Ugena.

El profesor Fernando Parra ha escrito sobre la lectura de sus poemas:

Que la poesía actúa de bálsamo contra los males del espíritu no es una idea nueva. El mágico ungüento ya fue enfrascado por la farmacopea literaria griega desde que el doctor Aristóteles formulara su teoría sobre la catarsis de la tragedia clásica. El lector de poesía recibe consuelo al hallar en el poema aquello que no ha podido o no se ha atrevido a explicar sobre sí mismo, y las palabras de esos versos ajenos forman el perfecto caligrama de su propio corazón. Y al poeta, la Poesía le socorre como socorre el guía experimentado al incauto turista de la vida que ha recibido la mordedura del áspid de las desgracias, y cuyo veneno succiona desde la herida misma para escupirlo después, sangre y hiel, sobre el pañuelo blanco de una cuartilla.
Pero como la Poesía no actúa sola y necesita del gurú que la invoque, éste se afana por hallar el conjuro adecuado que no ofenda su majestad y, en el molde de este servilismo, trata de encajar su dolor, que resulta entonces artificioso y falto de autenticidad.

Isidoro
En el año 2008, el poeta Juan Ramón Ortega Ugena pierde a su amado sobrino Isidoro. Tarda tres años en dedicarle un libro de “tan sólo” 9 poemas. En el interesantísimo prólogo en prosa que les sirve de pórtico, el escritor casi parece pedir disculpas. No desea hacer exhibición de su dolor, ni alimentar la execrable cultura del morbo, ni sacar partido poético del luctuoso suceso. Sólo redimir su pesar en la complicidad de los versos. Pero Ortega Ugena es poeta y el respeto hacia su labor le impide desangrarse sin atender al arte, que le encorseta. Teme el dolor retórico. Por eso, dice, “es indudable que estos poemas, independientemente de mi capacidad, no pueden tener la calidad que tendrían si el motivo hubiera sido menos sangrante. Nos disculpamos por atajar considerando que el relajo de la preceptiva deja libre la emoción. ¿Y cómo eliminar una coma a toro cicatrizado con la que he compartido una lágrima?”.

Tres años y nueve poemas. Parece poco bagaje. Pero no lo es. Porque tiene razón el poeta cuando sitúa el dolor como elemento más fuerte que la inspiración, “más que la búsqueda de la imagen, cuando [el dolor] se te agarra a las tripas y te las retuerce y te las muerde con cristales […]. El dolor paraliza, lo que aprovecha la bicha para acabar de darte su dentellada”.
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FUENTE

Parra, Fernando. Dolor y poesía. 'Isidoro', de Juan Ramón Ortega Ugena. En: Cesó todo y déjame.