lunes, 26 de agosto de 2013

Ramón García Mateos y Fernando Vicente en "El ojo crítico" - RNE

Compartimos con ustedes la entrevista a Ramón García Mateos y Fernando Vicente en el programa El ojo crítico (RNE), a propósito del poemario De los álamos el viento publicado por Kalandraka.

Para escuchar la entrevista hacer clic AQUÍ.


domingo, 4 de agosto de 2013

"Libro libre" en las librerías

Libro libre, con textos de Alfredo Gavin Agustí, Vicente Llorente, Ramón García Mateos, Juan López-Carrillo y Eduardo Moga ya está disponible para su venta en las librerías de España.


978-84-94132-77-3: Libro libre

¿Los malos tiempos para la lírica son buenos tiempos para la sátira? Si los poetas, como decía Machado, son hijos del tiempo, nadie podrá desmentir que los que estamos viviendo en este presente son propicios para encender la indignación de los poetas. Fieles a su presupuesto inicial de que no hay una palabra más sagrada que otra (o lo son todas o no lo son ninguna), los cinco autores reunidos en este volumen dan cauce y testimonio de esa indignación. Desde la más fina ironía hasta la más brutal de las expresiones, los poetas Eduardo Moga, Ramón García Mateos, Juan López-Carrillo, Vicente Llorente y Alfredo Gavín , cada cual con su poética diferenciada, ponen en pie de guerra la palabra para combatir no para arrullar. Si la palabra rosa es poética, la palabra mierda no lo es menos. 

El libro ha sido publicado por Arola Editors.

De los álamos el viento: reseña del profesor Fernando Parra


Compartimos la reseña del profesor Fernando Parra publicada en el blog Cesó todo y déjeme:

La editorial Kalandraka nos regala uno de esos libros que han sido concebidos para el deleite sencillo de los minutos, para la confortación sosegada del espíritu en compañía de la palabra amiga y reconocible, para el reencuentro siempre igual pero siempre distinto con el verso de antaño, como el abrazo de un viejo amigo al que hace tiempo que no vemos.
De los álamos el viento recoge 21 poemas de Ramón García Mateos acompañados de las ilustraciones de Fernando Vicente. Todas las composiciones comparten el tono popular y tradicional que tan caros le han sido desde siempre al poeta salmantino. Poesía errante, hija del pueblo, que surge de no se sabe dónde, ni importa tampoco, pero que se enseñorea con renovada lozanía en los labios de quien quiera hacerla suya; poesía manoseada por el ingenio alfarero del tiempo para modelarla distinta pero con la misma arcilla; poesía que brinca en la fiesta, que adormece al niño, que recuerda lances perdidos en la memoria, que renace en los juegos infantiles, que se mezcla en los mercados, que pellizca de nostalgia, que requiebra de amores con la noble rusticidad del sentimiento sin adorno. Es la poesía, en definitiva, del penúltimo poema del libro, “¿En dónde la has aprendido?”, poesía donde “el verso / y la canción / se desenredan / y escapan / de las manos / hacia el cielo. / Ya son coplas / tonadas / desprendidas / del pueblo / y la verdad / y el corazón”. Y así, desfilan por el libro la canción de cuna, el romance, las coplillas. El poeta recrea con soltura y gracia (la gracia inconfundible de quien también ha aprendido y cantado la herencia de sus abuelos) esta poesía de tierra labrantía, recuperando incluso, cuando hace falta, la morfología arcaizante de los vocablos, como cuando se le devuelve el género femenino a la palabra “puente”, o bien tirando del apócope castizo o adornando la plazuela de la fiesta del poema con las guirnaldas de los estribillos. Abundan también los campos semánticos de la flora castellana, con sus nombres sonoros y suaves, que enseguida nos evocan el inconfundible universo de aromas y colores rurales de nuestro poeta. Algunos de los poemas contenidos aquí se han recuperado, sobre todo, del libro Lo traigo andando, publicado en el año 2000 y cuyo título, un verso de unas sevillanas del siglo XVIII, daba buena cuenta entonces de la veta popularizante de aquella obra, como lo hace también ahora.
Los poemas de De los álamos el viento no son, como he leído en algún sitio, poesía para niños. No puedo estar de acuerdo. Es verdad que el complemento inestimable de las ilustraciones (que son auténticas glosas pictóricas de los poemas, evocadoras y sugestivas), y ciertas características de la poesía popular, como algunos de sus temas o el ritmo ágil del metro corto, pueden acercar los poemas a un público infantil. Pero es conveniente no confundir la simplicidad intrínseca de la poesía tradicional, que en su fresca sencillez halla precisamente su mayor encanto, con la poesía infantil, aunque ésta se nutra muchas veces de aquélla y viceversa. En el poema “Corre que te pilla”, la imagen de la carretilla, empujada en los juegos infantiles pero pronto carretilla del carbonero, del repartidor, del albañil o del basurero, es una reformulación amarga del carpe diem. Por eso se le insta al niño a que corra “ahora” con la carretilla. Igualmente desazonadora es la estampa de “Ausencia”, sobre la soledad de los viejos pueblos deshabitados, donde “nadie queda ya / entre los adobes”. Precioso es el guiño a las Soledades de Góngora en “En campo de zafiros”; y la hondura casi metafísica de “Si la nieve resbala” pide un metro elegíaco. O quizás sea yo quien está equivocado y la poesía sea siempre juguete y caramelo para el niño y certeza de acíbar para el hombre.
 Fernando Parra